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Dios lo ayudó, no solamente en esta guerra contra los filisteos, sino también en sus batallas contra los árabes de Gur Baal y contra los amonitas. Los amonitas le pagaban un tributo anual, y su fama se extendió hasta Egipto, porque era muy poderoso.

Edificó torres fortificadas en Jerusalén, en la puerta del Ángulo, en la puerta del Valle y en la esquina de la muralla.

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